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miércoles, 4 de octubre de 2017

#4 *BAJO EL AGUA/UNDERWATER*


*Yelmo Nautilus*

La vida del herrero comenzó a ser estresante tras la creación de avatar. El renombre de Zha’kor llegó a los siete rincones del planeta y todos tenían alguna petición para él, desde héroes reconocidos hasta los propios herreros del continente paralelo a su isla. Había veces que no sabía ni cómo escapar de sus obligaciones.
¡Ah, amigo viajero! pero algo siempre lograba calmarlo, una sola cosa lograba abstraerlo y llevarlo lejos de donde se encontraba hasta la más absoluta calma. El sonido del mar era sin duda su panacea, y aquello que lograba despejar su mente para reflexionar o alcanzar la inspiración necesaria para sus creaciones. 

Fue siempre un enamorado de las olas y la espuma, de la sal y del espejo que es en realidad su superficie, pero su sonido, ah, su sonido era para él como el oxígeno.
Fue en uno de esos días en que despejó su mente frente a la tempestad del mar cuando surgió su idea. Pensaba en su viaje hacia el interior del continente, lejos de su isla y del mar, en las montañas, donde pasaría meses de duro trabajo en las distintas forjas del mundo, pues no olvidemos que Zha’kor continúa siendo el único herrero en haber usado todas las fraguas de cada rincón del planeta, por recóndito que sea y eso no es una de sus tantas leyendas, es la realidad.
Volviendo al momento de la inspiración, el herrero no aceptaba permanecer lejos de aquello que tanta calma y vida le aportaba, así que dejó de lamentarse e hizo algo al respecto. Sabía muy bien que las conchas marinas lograban reproducir el sonido de la profundidad del océano, pero halló aquella de la cual surgían los verdaderos sonidos del mar, de las olas y de la espuma rompiendo en las arenas; El cascarón del nautilus. Para hacerse con un ejemplar de este enorme molusco tuvo que bucear un largo recorrido, pero alcanzó un gran ejemplar. Se sentía salvado. El problema llegó cuando le faltó oxígeno suficiente para llegar a la superficie y, a sabiendas de eso, su calma era tan grande a causa de los sonidos submarinos que lo rodeaban que sin más cerró los ojos para dejarse llevar.
Así era Zha’kor amigo viajero, así vivía y de no ser por las nereidas no habría vivido mucho más. 
Despertó cuando ya caía a noche, en una cala cerca de las playas, y frente a él una hermosa nereida sostenía el caparazón vacío del nautilus. Tenía la melena del color de la sangre y sus ojos eran completamente negros, pero parecían poseer luz propia; Por si no lo has notado aún, se trataba de la mismísima Aislinn, pero sobre ella hablaremos más adelante, cuando sus caminos volvieron a cruzarse. En aquel momento no se conocían, así que la nereida susurró unas palabras hacia el interior del cascarón, y sin más se lo lanzó al herrero, que quedó impresionado por la perfección del nautilus en sus manos. Para cuando quiso agradecerle el gesto Aislinn ya había desaparecido entre las olas de la cala.
Tras aquella experiencia no tardó en llevar el cascarón a la forja, reforzarlo y tratarlo específicamente para que conservase sus propiedades naturales y, a modo de casco de batalla, cubriese además sus ojos y sus oídos con el mismísimo caparazón, de modo que todos sus sentidos se centrasen en escuchar el mar y evadirlo del mundo. Así nació el Yelmo Nautilus, su casco personal y el que forjó para usarlo únicamente en sus batallas internas, hasta alcanzar la gloria a través de la calma y el sonido de las profundas aguas del océano. Nunca se han conocido las palabras que la nereida susurró dentro del que ahora es un yelmo, pero se cuenta que aquel que lo porte escuchará palabras de aliento entre los sonidos del mar rompiendo sus olas contra la tierra.

Quisiera proseguir, pero empieza a arreciar, mis tripas parecen haberse dado cuenta de mi hambre… y unas gachas no estarían de más la verdad. No podría concentrarme con este agujero en el estómago ¿eh?, vamos trae una buena olla donde compartirlas, después seguiremos con la quinta se sus maravillas, la que forjó en la montaña más alta conocida y donde la nieve y el hielo impiden que el fuego permanezca encendido en modo alguno.


Mauricio Folk



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