El paso al mundo adulto no fue sencillo para Zha’kor. En su isla no encontraba el modo de dejar atrás a su niño interior y el problema no eran las personas que lo rodeaban, si no él mismo. Aún no había aceptado su madurez y esto lo deprimía profundamente, no sabía por dónde empezar. Entonces se encontró con su primera creación, la flecha arácnida, aquello que lo impulsó siendo niño, y tuvo una revelación. Debía cerrar el ciclo de su infancia del mismo modo, así que decidió forjar un arco a la altura de aquella flecha, algo que equilibrase su propia niñez representada, para completarla y seguir adelante en su camino como adulto.
Volvió a estudiar a las arañas, y a sus oídos llegaron historias sobre un espécimen extraordinario y sin igual. La gran araña Collen, seguro que ya habías oído hablar de ella, ¿no es cierto viajero?, pues este magnífico herrero marchó en pos de ella, pues sería esencial para la fabricación del arco en cuestión. Nadie sabe cómo lo logró, unos dicen que convenció a la aberración arácnida, otros cuentan que la cazó siendo más inteligente que ella, pero lo cierto es que volvió con su cuerpo remolcado, y aún vivo.
Se encontraba tan fascinado por la majestuosidad de la gran araña Collen, que tuvo la necesidad de impregnar de algún modo aquella potente impresión en su creación. Para ello se dice que primero conversó con ella y la convenció para que prestase su fuerza y su cuerpo a la creación de una nueva forma de reencarnación arácnida, más mortífera que nunca, y accedió. La mismísima araña se entregó a la causa, entregando su propia esencia de vida. Tras eso, el mítico Zha’kor usó partes del cuerpo, como la cabeza entera de Collen para la sujeción, sus férreas telas como cuerdas, y sus prominentes y fuertes patas como cuerpo del arco. Así nació el primer Avatar, la primera de las mejores armas del planeta y que contienen la esencia de un ser vivo.
Nació el Avatar de araña, el arco compuesto. Se trata de la maravilla que al portarla ofrece a su usuario una vista en trescientos sesenta grados, además de impregnar de veneno cada flecha que atraviesa las fauces de la cabeza al ser disparada. Éste Avatar fue lo que, junto a la flecha arácnida, cerró su ciclo juvenil, tras lo cual su ambición ya sólo aspiraba a lo más alto, cerrando la etapa de su niñez para siempre y aceptándola como su pasado.
Todo el proceso de creación de esta maravilla hizo que aceptase su madurez al fin. Para entonces su leyenda ya estaba afianzada, pero él seguía queriendo llegar más lejos aún, algo le hacía sentirse incompleto. ¿Quieres saber cómo sigue su historia?, trae otra jarra de hidromiel bien fría amigo viajero, y oirás cosas que jamás habrías imaginado sobre la realidad de Zha’kor, el mayor herrero de la toda la historia.
Mauricio Folk
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